viernes, 26 de octubre de 2012

Lo mejor de nosotros




 Este tiempo que nos toca vivir es un período de prueba, no sólo una tremenda crisis sistémica, sino que también del modelo de ser humano actual, particularmente del occidental europeo y norteamericano. Todo se esta moviendo  a una gran velocidad. No hay un área social, política y económica que no se vea afectada. Mientras, los políticos y economistas siguen mareando la perdiz sin querer entrar ni en las causas reales de esta situación ni en las acciones verdaderamente terapeúticas y eficaces para encarar dicha crisis. Un efecto previsible y que está entre nosotros desde hace tiempo es el malestar psicológico. La necesidad, pobreza y falta de un futuro en el que las necesidades económicas, de subsistencia y bienestar, estén resueltas activan mecanismos arcaicos de supervivencia basados en nuestra naturaleza más arcaica. La filosofía del "sálvese quien pueda", el incremento del egoismo, y la lucha literal y a muerte por la supervivencia que muchas familias están experimentando, es algo que está afectando ya al ámbito de las relaciones sociales. Esto va a suponer un reto añadido al estado de crisis. En los últimos años muchos matrimonios y uniones de otro tipo se están rompiendo por el desafío psicológico que supone para la pareja y familia la necesidad insatisfecha, el miedo, la incertidumbre y la falta de esperanza. Hay un proverbio que dice: "cuando la pobreza entra por la puerta, el amor se va por la ventana". Es necesaria una verdadera unión de almas, una comprensión y compañerismo profundos, eso que llamamos Amor, para sobrevivir a la adversidad. El hacernos conscientes de ello puede ser de gran ayuda para enfrentar el tsunami. Cultivar conscientemente la paciencia, la aceptación, la complicidad, la sinceridad y compasión con el otro, son acciones posibles y necesarias para atravesar las grandes olas de la crisis y mantenerse juntos, a flote y con un buen rumbo. Desde mi experiencia. el hecho de envejecer lleva a las personas a dos situaciones posibles. Una, como el vino, a convertirse en un vino excelente, suave, aromático, delicioso y hasta dulce. Otra, convertirse en un vinagre insoportable por su acidez. Depende de la persona, de su modo de vivir la vida con sus problemas y dificultades y de integrar realmente las experiencias como un aprendizaje y.......crecer. O todo lo contrario. En este momento, a mi entender, se da un proceso parecido, pero enormemente intenso y acelerado. Podemos ahondar en nuestros propios recursos, en nuestra capacidad para calmarnos y aquietar la mente y las emociones y comprender que (nos) está pasando. Podemos proponernos  dar amor y amabilidad a nuestros semejantes, tratando de aliviar de algún modo su carga y no aumentarla más. Podemos empezar por actos sencillos como sonreir cuando nos ceden el paso o dar las gracias cuando cruzamos un paso de cebra y el automovilista se detiene. Por cierto que esta es una costumbre que me sorprendió agradablemente al circular por Hendaia y que estaría muy bien en lugares como Irún o Donostia. Tan sólo deberíamos estar atentos, porque la Vida como gran Maestra, nos pone continuamente situaciones en las que, aún en medio de las dificultades, podemos dar lo mejor y más genuinamente humano que tenemos.

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