jueves, 5 de enero de 2012

El aniversario de la Plegaria




La pasada jornada, por la tarde, hace 35 años, volví a nacer. Hubo una muerte, una agonía y un renacer gracias a una Plegaria desesperada, la plegaria inconsciente y más visceralmente sincera que nunca hubiera realizado. Esta experiencia marcó un antes y después definitivo en mi vida, encauzándola en una dirección y sentido de consciente crecimiento y trascendencia. Ahora no voy a detallar aquel accidente de montaña que nos tuvo colgados veintitantas horas a 3000 mts en invierno en condiciones físicas y psiquicas kafkianas. Sólo aportaré dos aspectos relacionados con la espiritualidad. Uno, la experiencia que tuve, desde una aceptación explícita de mi muerte, cuando mientras me deslizaba por un embudo de rocas y nieve helada me oi decir desde mi mente y en ella misma: "Mikel, aquí ahora vas a morir". Esto ocurrió cuando cayendo, pude salir de la tremenda sorpresa e incredulidad de mi propia caída al cortarse la cuerda que me unía a mis amigos. En aquel momento, cuando esa parte profunda de mi ser aceptó la muerte, desapareció el dolor, el miedo y la incertidumbre. Una profunda paz que antes nunca había experimentado, me envolvió como en un manto de silencio y paz indescriptibles. Experimenté también la comprensión y la naturalidad de lo que ocurría. Se nace. se muere, es natural y perfecto. Mi muerte es algo que símplemente ocurre y que nada tiene que ver con las ideas y expectativas que he incorporado en mi vida. Morir es natural y trascendente, algo que no se debe temer. Algo así. También la experiencia de estiramiento del tiempo. Los segundos de la segunda parte de la caída contenían un tiempo enorme que no correspondía con el tiempo objetivo. En la primera parte, cuando caíamos los tres, no había tiempo, sino una sorpresa llena de incredulidad sobre lo que ocurría.
En la tercera fase, cuando me quedo colgando por la cuerda que arrastro, de un diedro, no hay tiempo, sólo automatismo desde otra voz de mi mente que decía: "todo menos quedarte colgando como un chorizo", hasta que consigo soltarme para seguir cayendo en un looping y aterrizar en una cornisa de nieve.

El otro aspecto tiene que ver con la plegaria, la oración de pedida de una gracia.
Después de tremendas peripecias y gracias a la ayuda de mi amigo Imanol me encontraba solo, tendido en una repisa sobre la nieve, dentro de un saco doble y con ropa de abrigo medio puesta. Era de noche, hacía mucho frío, estaba dentro de la nube y la nevada y habían pasado cinco o seis horas desde la caída. Tenía muchos dolores y no podía caminar ni emplear los brazos. Oía gritar a mi compañera unos doscientos mts encima mío. Eran unos alaridos indescriptibles. La pobre tenía el fémur roto y seguramente algunas costillas también, sin saco ni plumífero para protegerse. El sonido de sus gritos bajaba y me destrozaba, no pudiendo hacer nada más que gritarle "aguanta", aunque la nube se comía mis voces y no le llegaban a ella.

Estaba sólo desde que Imanol se despidió con un "hasta luego" y yo creí que nunca más volveríamos a vernos ya que era de noche, nevaba, èl estaba grogi y lo más importante, no conocía el camino hasta el refugio. Tenía que seguir lo que quedaba de las huellas de los tres amigos que nos acompañaron hasta el comienzo de la arista.
Desde la lógica más cruda pensé que mi compañera y yo íbamos a morir allí y que él se quedaría en el camino.

Es en un instante de un momento de aquel tiempo distorsionado cuando desde lo más hondo de mi ser lancé una plegaria desgarradoramente desesperada a lo más alto, dirigida a la luna. En aquella época yo estaba muy enfadado con Dios y no podía dirigirme a El ya que había dejado de creer. Me dirigí a la luna, que había sido llena dos noches antes y le dije: "luna, si tu sales, vas a iluminar las huellas de nuestros amigos en la nieve, Imanol podrá llegar y saldremos vivos de aquí". Generalmente, cuando cuento esto, se me pone la carne de gallina. A los instantes de este diálogo con El en forma de luna, un viento tremendo, que me hizo temer que me sacara de la repisa y me lanzara pendiente abajo sin poder hacer nada, empezó a soplar. Todas las nubes desaparecieron y sentí los rayos de la luna tras mi cabeza iluminar un paisaje que en otras circunstancias hubiera podido disfrutar por su mágica belleza. Para no extenderme más, diré que esta tregua del tiempo duró unas ocho horas, el tiempo necesario para que Imanol llegara al refugio y desde el cual dos equipos se movieran para localizarnos, acompañarnos y pedir un helicóptero. Luego volvió la nieve y la oscuridad. Todo acabó bien aunque tuvimos que seguir diferentes procesos de recuperación, sobre todo la compañera, que al final perdió dos dedos por congelaciones.

Esta experiencia provocó un cambio radical en mi vida. Ya nada volvería a ser igual. Había aspectos que conocía por vía experiencial. Supe que la muerte no es eso terrible que muchos imaginábamos. Descubrí que era posible otro estado de conciencia, distinto y sublimemente sereno, en mi interior, y que luego la práctica de la meditación y las enseñanzas de los grandes maestros, me confirmaron. Comprobé que no estamos sólos, que siempre hay una Presencia con un gran oído atenta a nuestras peticiones y plegarias, aunque parezca muchas veces un oído sordo. Que es muy importante, esencial, indagar en todo ésto, investigar a fondo el hecho Divino y la Realidad Trascendente. Además los tiempos que vivimos facilitan esta indagación, tenemos muchas herramientas para acceder al Conocimiento.

Desde entonces hasta ahora, he pedido muchas veces a lo Alto por diferentes motivos. Puedo afirmar que en muchas ocasiones mis peticiones han sido concedidas, a veces en modos o momentos diferentes a lo que yo esperaba. También ha habido plegarias que no han obtenido la respuesta deseada y he tenido que experimentar un karma concreto ineludible. También he vivido crisis asociadas a estos procesos, y que siempre han sido factores de crecimiento.

Hoy quiero agradecer la herramienta de la plegaria, su eficacia psicológica, el bienestar físico que aporta, y los logros humanos y personales que ofrece.

Hoy quiero, en la cercanía de mi aniversario de la Plegaria, relizar otra: que Dios no permita que los talentos que ha puesto en mi, se pudran, sino que sirvan para Su trabajo y para el beneficio de los seres. Quienes deseeis hacer vuestro este deseo, no teneis más que elevarlo, ya que sin duda teneis talentos puestos a vuestra disposición que el mundo necesita para su bienestar y progreso. Que así sea, Amén.

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