martes, 22 de noviembre de 2011

El inapreciable valor del silencio







Ruido, mucho ruido por todas partes, lo sabemos. Ruido que se oye y que no se oye, pero siempre ruido que se infiltra por los múltiples resquicios de la llamada realidad. Un ruido que nos puede acabar volviendo sordos o disminuir notablemente la capacidad auditiva y que nos "pone de los nervios" haciéndonos saltar a la primera. Podemos tener la tele encendida al tiempo que suenan las noticias en la radio, mantenemos una conversación, en la que atendemos el teléfono mientras en algún lugar, ya no importa donde, suena el último CD de moda. De locos, verdaderamente. Pero sin que (a lo mejor) nos llamen paranoicos, podemos afirmar que existe una especie de "conspiración del ruido". Conspiración de la que todos formamos parte en diferentes grados, es verdad, generalmente desde la inconsciencia.

Volviendo al tema de la locura, no olvidemos que ésta tiene siempre una causa y una ganancia. Podríamos entonces preguntarnos cual es la causa y cual es la ganancia de esta locura particular. Podríamos también por ejemplo preguntarnos porqué hacemos tanto ruido innecesario, porqué pronunciamos tantas palabras para no decir nada o más bien banalidades que no suponen un auténtico acto comunicativo. No me refiero a la palabra, frase o discurso justo, preciso, significativo, comunicativo que nos acerca a los demás y que permite compartirnos. Me refiero a lo que los técnicos llaman pasatiempos como !Que calor hace, eh? en el ascensor, por ejemplo. O la cháchara altamente ruidosa e intrascendente que me vería obligado a soportar cada mañana en el topo de las 9 en Hendaye si me montara en el último vagón, por ejemplo.

Sobre el porqué, creo que es debido una gran ignorancia que hemos cronificado como costumbre. Ignorancia respecto al múltiple valor del silencio como conector con nuestra propia interioridad, como bálsamo para nuestro atormentado organismo, como acompañamiento de la Naturaleza (incluso urbana) que nos rodea, o como oportunidad de encuentro y conexión con otros seres, mediante la mirada o el tacto..etc. La palabra, tan gran mentirosa y a la que damos tan elevado rango en nuestras vidas. Cuantas veces el ruido y la palabra sirven para tapar nuestro propio ruido mental o esos sentimientos que están ahí y seguirán estando cuando demos una oportunidad al silencio. ¿Que pasaría si aceptara y permitiera estar al ruido de mi mente? ¿Y si aceptara y permitiera estar a esos sentimientos o miedos, o fantasías, o deseos, o rabias, o lo que sea que esté en mi interior?. Porque seguirá estando, ya que está, aunque por la naturaleza impermanente del pensamiento y de las emociones, cambie o mute de forma o momento en su expresión. El hecho definitivo es que tanto la mente como las emociones van a seguir estando mientras vivamos. ¿Que haremos entonces?. ¿Seguir huyendo de nosotros toda la vida?. ¿Seguir desaprovechando esta oportunidad única y limitada con comunicaciones y contactos humanos mediocres?.
Podemos enfrentar a nuestra mente, aceptando que su función básica es el pensar operativo y no el ser un caballo desbocado que piensa en lo que quiere, cuando quiere, en donde quiere aunque nosotros no queramos en absoluto. Lo cual es un error de uso convertido en hábito, desde la noche del tiempo y el amanecer de nuestras encarnaciones. Aquí además la Meditación sería la herramienta fundamental para la comprensión de la naturaleza de la mente, su aceptación como algo impermanente y finalmente su trascendencia y liberación de su yugo.

Podemos también enfrentar esas emociones y sentimientos que se encuentran en nuestro interior y que hacen tanto daño precisamente porque queremos axfisiarlos, en este caso con el ruido, en vez de reconocerlos, aceptarlos y soltarlos adecuadamente, en vez de convertirlos en auténticas bombas de relojería. Aquí la Meditación también sería útil, pero sería imprescindible el discernimiento y el trabajo sobre ellos con diferentes herramientas según sea necesario.

Y en ambos casos, el silencio es esencial, ya que supone el marco, el encuadre, o más bien la ventana por la que vamos a permitir que lo que hay, emerja. Me refiero, no sólo al silencio ambiental, sino también y sobre todo, al silencio mental. Mantener silencio ambiental va a ayudar a que el silencio mental se realice. Sobre todo cuando meditemos, incluso esos días de "mente loca", ya que en el peor de los casos, vamos a disminuir el volumen/minuto de nuestros pensamienos durante la sentada, lo cual supone un importante ahorro energético y alivio mental. Practicar dicho arte y mantenernos en nuestras labores cotidianas con un mayor silencio consciente va a ser de gran ayuda para nuestro bienestar y el del mundo. Si queremos saber quienes somos realmente, más allá del autoengaño egoico, el silencio es imprescindible. Debiéramos también pedir a los responsables religiosos que recuperen el silencio en la práctica espiritual de sus seguidores. Esta práctica perdida en muchas iglesias en las que el silencio no es respetado siquiera por sacerdotes y sacristanes, fuera de los oficios, cuando hay personas rezando o meditando. Si el templo es la casa de Dios, el Silencio es Dios mismo, y debiera ser respetado como en Oriente lo hacen tanto los budistas, hinduistas, parsis, taoistas, sikhs y otros. Ellos saben que la voz o experiencia de eso que llamamos Dios emerje del silencio en el que Eso mora.

También el silencio es un aliado inapreciable en la enfermedad ya que junto al sueño, el descanso y los cuidados oportunos, activa nuestros recursos propios de recuperación y regeneración, eso que Hipócrates llamó "Vis naturae medicatrix", y que hunde sus raices en el silencio interior.

Hablemos lo necesario y cuando sea necesario. Hablemos lo más suavemente que podamos, incluso, ¿porqué no?, con dulzura. Evitemos crear ruidos innecesarios, y los que lo sean, acabemoslos cuanto antes. Demos una oportunidad al Silencio en nuestras vidas, tanto en el templo interior, como en el del mundo. Intentémoslo y el mundo en que vivimos será también bendecido.

Como complemento a este texto incluyo dos viejas fotos de la montaña, donde sólo o con maravillosos amigos, descubrí mi silencio interior por primera vez, con la ayuda del Silencio de la Naturaleza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario